Con interminables fiestas, requisitos familiares y las presiones de los regalos, la temporada de vacaciones puede parecer un maratón. Para Meghan Markle, digamos que las cosas han sido maratónicas desde que en noviembre de 2017, ella y el príncipe Harry anunciaran su compromiso.
Tan pronto como la actriz retirada empacó, pasó el Día de Acción de Gracias con su madre Doria Ragland en Los Ángeles y se mudó oficialmente a Londres, arribó un torbellino de actividades y protocolos reales, como una sesión de fotos a las afueras del Palacio de Kensington, una entrevista oficial para la BBC, las fotos oficiales de compromiso y su primera Navidad con la reina Isabel II.
Y después llegó 2018, y con él los exhaustivos preparativos para la gran boda, ocurrida el 19 de mayo, así como la ola de declaraciones y tensión generada por la ausencia de su padre, Thomas Markle, a la boda. Eso sin olvidar los constantes ataques de su media hermana, Samantha Markle.